sábado, 19 de septiembre de 2009
Celebrando nada
Habitualmente se nos enseña el proceso de Independencia de Chile como una parte de la historia chilena dividida en una Patria Vieja, Reconquista española y la Patria Nueva. Es un periodo que avanza desde la primera Junta Nacional de Gobierno en 1810 hasta la declaración de independencia en 1818. La pregunta de cual es el hito de emancipación chilena es una polémica aparte, lo importante es saber que celebramos cuando observamos los espacios públicos y privados con banderas y adornos “chilenos”.
Pues bien, la masiva propaganda de un Bicentenario, las docenas de empanadas en las casas del populacho, el vino y la chicha en las “ramadas”, los desfiles en la calle central, y la de los militares en la capital, los bailes folclóricos y otros no tantos, van haciendo difuso y complejo el panorama de la mayoría de los chilenos. ¿Qué celebramos?
El consenso de historiadores chilenos, desde los que escriben en perspectiva económica, social o los mismos conservadores, hablan de una Junta Nacional de gobierno sin ninguna intención de separarse de España. ¡Pero atención! El jolgorio, la juerga, los volantines, los asados, la chusma ebria y el blanco-azul-rojo son parte de un proyecto político- cultural de la decimonónica elite chilena, aquella compuesta por los de Toro y Zambrano, los O`Higgins, los Carrera, los Portales, los Edwards, los Alessandri, los Frei, entre muchos otros. Este grupo aristócrata aburguesado, es el responsable de que nos hagamos llamar chilenos y de que bebamos hasta más no poder.
Hablamos entonces de la identidad del chileno, de su comida típica, de su baile nacional, de su linda bandera, etc., etc. Estos logros fueron una de las tareas más arduas de la élite criolla luego de establecer el Estado chileno, estamos en presencia de la Nación. En un principio fue la Nación Política, luego la Nación cultural, que se construyó desde la perspectiva simbólica, ritual e identitaria, lo que permitió compatibilizar los elementos objetivos (vividos) con los subjetivos (imaginados) de modo de crear una conciencia nacional sólida.
Aquello es lo que tenemos hoy. Un bombardeo incesante de un Bicentenario próximo, el aniversario en el que la élite santiaguina compuesta por comerciantes, mineros y agricultores, saboreaba sus primeros pasos ejerciendo el poder. Si quieren o no, aún podemos seguir hablando de un centralismo nacional, hasta se dice que aquel episodio consistió en un golpe de Santiago a las regiones. En fin, lo que sucedió finalmente, fue que España dejó de ser la cabeza de la política chilena y definitivamente fueron los “habitantes nacionales” los dueños de sus decisiones en todos los planos de la vida. Es decir, nos convertimos en Independientes (formalmente en 1818).
Pero cuál es el grado de independencia de Chile. Desde 1818 continuamos copiando modelos constitucionales, seguimos dependiendo de la exportación de materias primas, necesitamos de intelectuales extranjeros, etc., etc. Las crisis globales siguen afectándonos, dependemos de decisiones extranjeras en cuanto a la política mundial. Se podría seguir.
Recabarren pregunta en el primer centenario (1910) cuál es el motivo por lo que los obreros deben celebrar, respondiendo que no hay ninguna razón. ¿Es posible este cuestionamiento hoy? Pues claro. Admitir que los avances son significativos en economía, en lo cultural, en la “democracia”, no significa no deplorar las pésimas condiciones laborales de la masa asalariada, las agresiones de las fuerzas policiales, la mala distribución de las riquezas, el aumento de la extrema pobreza, las malas condiciones de vivienda, las muertes por un sistema de salud horroroso, la explotación de las clases bajas, el sueldo mínimo.
Entonces pues, que siga celebrando la sagrada familia política chilena, que se regocije en el éxito de su proyecto nacional que a costa de violencia y autoritarismos han logrado mantener. Que sigan felices por los índices macroeconómicos de Chile, por ser un país neoliberal, por un Bicentenario de independencia. Pero la gente común y corriente, mi vecina sin casa, mi padre obrero, mi hermana cesante, mi abuelo alcohólico, mi primo ladrón, el vagabundo de la calle, el campesino pobre, el mapuche valiente no tienen nada que celebrar.
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Una vez más, ¿Fiestas Patrias de qué? ¿Bicentenario de qué? ¿Independencia de qué?
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